miércoles, 7 de septiembre de 2011

ARISTOTELES POETICA

ARISTOTELES POETICA

Capítulo IV
Es evidente que el origen general de la poesía se debió a dos causas: cada una de ellas parte de la naturaleza humana. La imitación es natural para el hombre desde la infancia, y esta es una de sus ventajas sobre los animales inferiores, pues él es una de las criaturas mas imitadoras del mundo y aprende desde el comienzo por imitación. Y es asimismo natural para todos regocijarse en tareas de imitación. La verdad de este segundo punto se muestra por la experiencia; aunque los objetos mismos resulten penosos de ver, nos deleitamos en contemplar en el arte las representaciones más realistas de ellos, las formas, por ejemplo, de los animales más repulsivos y los cuerpos muertos. La explicación se encuentra en un hecho concreto: aprender algo es el mayor de los placeres no sólo para el filósofo, sino también para el resto de la humanidad, por pequeña que sea su aptitud para ello; la razón del deleite que produce observar un cuadro es que al mismo tiempo se aprende, se reúne el sentido de las cosas, es decir, que el hombre es de este o aquel modo; pues si no hubiéramos visto el objeto antes, el propio placer no radicaría en el cuadro como una imitación de éste, sino que se debería a la ejecución o al colorido, o a alguna causa semejante.


Capítulo V
La comedia es una imitación de los hombres peores de lo que son


Capítulo VI

Una tragedia, en consecuencia, es la imitación de una acción elevada y también, por tener magnitud, completa en sí misma; enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuados para las diversas partes de la obra, presentada en forma dramática, no como narración, sino con incidentes que excitan piedad y temor, mediante los cuales realizan la catarsis(purificación) de tales emociones.

Capítulo IX

“...la tarea del poeta es describir no lo que ha conocido, sino lo que podría haber ocurrido, es , tanto lo que es posible como probable o necesario”

Capítulo XIII

La tragedia debe tratar de:

“un hombre no virtuoso en extremo, ni justo cuya desdicha se ha abatido sobre él, no por el vicio ni la depravación sino por algún error de juicio, como es el caso de quienes gozan de gran reputación y properidad, por ejemplo Edipo.

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